«Gestión del conocimiento, sí, pero, ¿para qué?». Esta frase se me quedó grabada cual mantra profesional en el otoño de 2016, cuando empezaba a atisbar un poco de qué iba esta disciplina. Dos años después, tras impulsar (con más intuición y pasión que con un Norte determinado) varios proyectos relacionados con la gestión del conocimiento, algún fracaso, varios éxitos, y sobre todo mucho aprendizaje en el camino, resulta que «voilá», una experiencia concreta ha ampliado mis miras sobremanera.
Me explico. El pasado 29 de enero llevamos a cabo de la mano de Javier Martínez Aldanondo (Catenaria) un taller en Sevilla con dos partes: una primera sobre el valor de la gestión del conocimiento, y una segunda destinada a comenzar a trabajar la identificación del conocimiento crítico. Esta segunda parte está relacionada con uno de los proyectos que se impulsan desde del programa Embajadores/as del conocimiento 2018-2019, que impulsamos en la Junta de Andalucía.
La actividad grupal relacionada con la cuantificación de la gestión del conocimiento, (sin dar muchos detalles para mantener la curiosidad de quien no haya hecho aún talleres similares) consistió en llevar a cabo una tarea compleja, realizada en paralelo por varios grupos. Primero de manera aislada, y progresivamente compartiendo el conocimiento acumulado, se producen varias iteraciones, de manera que, tras el análisis final, nos vemos sorprendidos con que los resultados de cada grupo alcanzan un desempeño incremental de hasta el 600% respecto al inicio, a lo largo del proceso.
La gestión del conocimiento aumenta realmente la productividad de una organización. Y lo habíamos experimentado en persona.
No contentos con este aprendizaje (aprehendizaje como apuntaría acertadamente Reyes Boralla), en la sesión de la tarde nos adentramos en el mundo de la definición de mapas de conocimiento crítico de la organización. Este aprendizaje, que de manera faseada realizaremos hasta el mes de junio, nos aporta, en el pistoletazo de salida otra gran clave: el conocimiento crítico hay que ligarlo a los objetivos de la organización.
Y es que, frente a la tarea titánica (y desconcertante) de identificar/aislar/definir/consensuar todo el conocimiento de nuestra administración, para seleccionar cuál es el más crítico y estudiar qué hacer con él, se nos ha abierto esta nueva óptica. Y es que no hay nada como aprender de los profesionales en lugar de reinventar lo ya reinventado varias veces con anterioridad 😉
Ahora bien… ¿cuáles son los objetivos (reales) de nuestra organización? Éste es el reto a dilucidar en los próximos meses. Promete ser una experiencia apasionante.
Seguiré compartiendo los avances.
Hasta pronto.